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VACACIONES
(No soy amigo de post largos, en este caso la extensión se debe a que no tuve posibilidad de poner los textos día a día en la web. Procuraré no reincidir)

24 de agosto
Me levanto temprano de una dulce siesta. Tan temprano que a la única que encuentro despierta en toda la casa es a la pequeña domadora de sueños. Me dice que se aburre (papá, me aburro) y que nos inventemos un juego para pasar el rato. Vamos al jardín. Allí abajo se nos ocurre jugar a los olores y al tacto. El juego es sencillo consiste en reconocer diferentes plantas usando sólo los sentidos del olfato y el tacto. Con un pañuelo le vendo los ojos mientras voy recogiendo muestras de romero, hierbabuena, té, ciprés, laurel, tomates y pétalos de rosa. Suavemente se los voy acercando a la nariz y le voy preguntando qué puede ser. Ella ya reconoce los olores más básicos. Se divierte. Cuando tiene dificultad para averiguar alguno dejo que sean sus dedos los que le ayuden en la tarea. Le he enseñado a distinguir qué zonas de las manos son más sensibles al tacto, y en silencio observo cómo las yemas de sus dedos se van transformando en los ojos que tiene vendados. Y así, despacio, entre aromas y roces mediterráneos vamos dejando transcurrir y llenar la tarde.
Luego me acerco hasta el garaje de Francis. Allí está ella. Mahatma. Una moto con el depósito de color crema y la tapicería Burdeos, con más de cuarenta años bajo sus ruedas. Es pequeña, pero preciosa. Me subo en ella. Me agarro a sus manetas y voy girando el acelerador. Sueño. Me sienta bien. Según muevo el acelerador me voy imaginando que estamos en la carretera, con el aire chocando contra nosotros, con su rugir cascado y sublime y con mi casco de viejo aviador. Acelero.

25 de agosto
Entre adoquines dulces de más de un kilogramo y visita a la Pilarica vamos pasando la tarde en Zaragoza, parada intermedia hasta nuestro destino final en la Costa Brava. Por la tarde tomamos unas tapas (calamares rebozados en salsa, uhmm) en una calle repleta de sabor adosada a la catedral. Un curioso personaje con un expléndido pedete lúcido se acerca hasta el barril que hace las veces de nuestra improvisada (o provisada, según se vea) mesa. Viste pelo, gafas, camisa, pantalón y sandalias negras. Un poco solitario. Mi primera actitud es; ya se nos va a plantificar delante el pesado de turno. Error. Comienza su perorata pero avisa; “Os prometo que no voy a daros la charla más de un minuto”. De repente nos parece mucho más simpático. Nos explica en su cobreavisada perorata de no más de un minuto que el capricho del destino nos ha llevado hasta uno de los pasajes más desconocidos y bellos del casco antiguo de la ciudad. Una gran tapia había impedido el paso aquí durante años, y ahora este lugar se ha convertido en un punto de referencia para el tapeo y el arte. Libros colgados desde lo alto de unas ramas atados a sedal, o un pequeño muro que guarda los restos de una gran cantidad de velas de colores hacen de galería de arte al aire libre. Nuestro amigo, después de cumplir a rajatabla con su minuto de atención, se despide de nosotros hasta la próxima, a continuar con su cerveza después de habernos enseñado que, afortunadamente, las apariencias engañan.



26 de agosto
Llegamos al mar. Laura nos regala los obsequios que habían elegido para nosotros en su último viaje que les llevó al Tibet. A mí me ha tocado una preciosa rueda de oración tibetana labrada sobre hueso de yak. Le comienzo a dar vueltas y vueltas.

Por la noche la pequeña domadora de sueños y yo pasamos un rato en la terraza
- He visto una estrella fugaz- Exclama
- Ha pasado muy RÁPIDO, tanto que sólo he podido pedirle un deseo CHIQUITITO.
(Mi dulce domadora)

27 de agosto
Mini Tarzán (tres años) observa un acantilado desde un precioso paseo junto al mar. Está a mi lado. De repente un cormorán surge como un aparecido desde dentro del agua. Acto seguido comienza a realizar una serie de inmersiones en busca de comida.
- Mira papá, un pato
- No cariño, es un cormorán
- No, es un pato
- Es un cormorán
- Que no papá, que es un pato

- Bueno, realmente es un pato-cormorán (exclamo conciliador)
- Vale (con la musiquilla de una A muy larga)



28 de agosto
Llevo a Mini Tarzán a la peluquería. La peluquera le ha perpetrado un corte de pelo. Intenta justificarlo con argumentos tales como que el niño tiene el pelo con una especie de calvas y cosas así. Yo ante la escabechina saco al niño corriendo. Mi consuelo es que le crece el pelo muy rápido.
Más tarde me acerco a una librería. Una recomendación azul me lleva hasta “el extranjero” de Camus. Los primeros párrafos me recuerdan que ya lo había leído. Pequeña decepción. Luego redescubro que una de las grandes virtudes que tienen los libros es que se pueden leer muchas más de una vez. Decepción olvidada.
Por la noche viajamos a Tossa. Me dejo un trozo de corazón en la ciutat vella, el otro en la deliciosa paella que cenamos. Y al final de la cena el corazón como nuevo.



29 de agosto
En Peratallada les mostramos a Laura y Javier el restaurante más romántico del mundo. No temo equivocarme. Un lugar donde la chica o el chico más reticente no podrán decir otra cosa que no sea “te quiero”. Donde no hay rincón para separaciones o peleas. Cada pared, cada mesa, cada mantel, cada plato o cada cubierto (son diferentes) es un pequeño mundo, que orbita en una galaxia que sólo rinde culto a la ternura. Mi propia gría Michelín dice que es un restaurante ABSOLUT RECOMENDABLE.
Para pasar el rato, ya por la noche, se nos ocurre echar una partida de billar. Los cuatro pitufos se apuntan. Nos reimos mucho. Mini Tarzán más que un jugador de carambolas de colores se parece a Sergei Bubka en miniatura cada vez que coge el taco de madera infinitamente más grande que él.

30 de agosto
La luz de Dalí.



1 de septiembre
Me despierto el primero. Aprovecho para salir a la terraza a leer. El sol hace ya notar su magnífico nombre. Al cabo de un rato oigo unos leves pasos en la habitación. Por la rendija que queda entre el marco de la puerta y la cortina Ella deja aparecer su rostro. Está todavía dormida y se frota los ojos. Abre la puerta y me da un beso. “Uf, qué sol”.
A media mañana bajamos a la playa. La Costa Brava nos ha sido tan provechosa que me he llenado de nuevo la piel de canela. Celebramos nuestro último día. Decidimos alquilar una pequeña motora. En ella llegamos más allá de la bahía, donde las olas se empeñan en dar nombre a la costa. Aprendo (porque todos los días se aprende) de nuevo porqué llamamos al color del mar, en ocasiones, azul marino. Profundo.

8 Responses to “”

  1. # Anonymous Anónimo

    Dios...¿dónde estabas tú metido? ¿como he tardado tanto en descubrirte? te he leído y leído y leído sin poder parar y a cada palabra tuya, cada descripción, cada sentimiento...mi piel se ha puesto de gallina (o es de pollo? bueno da igual!). Hacía tiempo que no leía un blog con tanta luz y alegría, así que desde hoy, paso a engrosar tu lista de lectores. Un placer leerte, placer para todos mis sentidos. Gracias!!!  

  2. # Anonymous Anónimo

    Algún dia, te pediré el nombre de ese maravilloso restaurante. Ya sólo me queda encontrar mi Príncipe Azul.  

  3. # Blogger Javier Montero

    suerte que no te gustan los post largo por que si no hahahha solo bromeo muy bueno saludos  

  4. # Anonymous Anónimo

    Sabes?? ayer,según te iba leyendo me hacías recordar a otro blog amigo que también irradia luz por todos sus costados, esa domadora de sueños, ese mini Tarzán, ese amor desmedido por la vida, los lugares y por encima de todo, esa sensibilidad envidiable. Achuchones familiares!!!  

  5. # Blogger Unknown

    y si en ese restaurante el maitre te sienta en la mesa equivocada, tu vas con ella para decirle lo mucho que la quieres y como estas en la mesa de las peleas, ella acaba echandote el vino encima.
    Un abrazo

    PD: me ha gustado este mega post lleno de post pequeños  

  6. # Anonymous Anónimo

    Ey,esa foto es de Cadaqués, verdad? venía el otro día en el periódico que es el pueblo más bonito del mundo y no se equivocan por mucho, jeje. Yo estuve varios veranos y me enamoré de las casitas blancas al lado del mar, de los acantilados, del agua transparente...es un paraíso.

    biquiños  

  7. # Anonymous Anónimo

    Almu, Almu, el placer es todo mío de verte por aquí, porque tus piropos me llenan de alegría. El nombre del restaurante te prometo que te lo daré y ahora busca...
    qué curioso lo de tu amigo, lo del blog de tu amigo, también lleno de luz... seguro que es muy buena gente.
    Achuchones con todas las letras

    Javier
    , y al final ¿lo leiste entero? jeje
    Un saludo grande

    pues yo creo tatú que se puede ir al restaurante con toda tranquilidad, no creo que haya allí ninguna mesa equivocada. lo recomiendo
    Un beso y un abrazo

    acertaste Marta, es de la luz de Cadaqués, tal vez tengan razón los del periódico y no se equivoquen por mucho, pero desde este rincón dejemos que haya otros pueblos más bonitos. Hablando de las aguas, a mí me gusta hacer snorkel, y en las aguas que más disfruto son las de la Costa Brava
    Besos.  

  8. # Anonymous Anónimo

    pues yo no he conozco la costa brava.. pr lo tengo pendiente... me encantará ir con mi niño a conocerla.. eso sí necesitaré el nombre del restaurante.. Cada día me enamoro más de tus pitufos,, cada día cada post su padre me parece más encantador.. besos  

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