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Mara Torres


El colegio se llena de dráculas y vampiros. Tres de ellos me hacen una emboscada pero no me achanto. Les reconozco, son la pequeña domadora, Marco y Danae. Todo controlado. Debe ser que a los siete años todo el mundo quiere ser lo mismo. Este año no veo demasiadas brujas, duendes, momias o zombies, no, todos y todas vampiros, digno de estudio. Con tristeza observo como la costumbre norteamericana de Halloween se va imponiendo. Con alegría observo cómo disfrutan los enanos.

Por la noche me he enamorado de la nueva presentadora de la 2 noticias: Mara Torres. No sé si debido a esto o a que van pasando las horas descubro que se me pasa un poco la tristeza, aunque no soy capaz de arrancármela del todo, esos coleteos que todavía hacen un poco de daño, les daré lo suyo.

P.D. si hay alguien por ahí parecida a Mara, me gustaría que me lo hicierais saber. Prometo besos.

Oftalmología


Y a veces me pregunto porqué teniendo casi todo en esta vida, a veces me siento solo.

No os perdais la canción de los traseros mojados. Oh Brother


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La luna


La pequeña domadora de sueños se despierta de madrugada asustada. ¡Papá, papá! Exclama. Me acerco a su dormitorio. ¿Qué te pasa cariño? ¡Que se ha caído la luna!. (Papá alucinado con la poética de su pequeña. Menuda imaginación tiene esta mico. Vaya expresión tan romántica que se le ha ocurrido) Ha sido sólo un sueño cariño no te preocupes. Tranquilizador. La pequeña: ¡Mírala, está aquí!. Señalando una pequeña luna de cartón que unos instantes previos colgaba del techo de su habitación. (Papá alucinado con el incuestionable realismo de su pequeña).


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Seda, seda, seda


Cena con los amigos. El restaurante peruano. Recomendado. Deliciosa cena y deliciosa conversación. Fernanda cumple unos preciosos años. Tere trae regalos. A Fernanda y a Ella les regala anillos. Un precioso ojo de tigre en su dedo anular. Luego los libros. Seda para Fernanda, Seda para Ella y en mi mochila un libro que le había prometido a Fer: Seda. Alessandro Baricco por tres. Risas por tres.

A mí me apetece escuchar a Astrud Gilberto.


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Um cantinho
Um violão
Este amor
Uma canção
Pra fazer feliz
A quem se ama.

Muita calma pra pensar
E ter tempo pra sonhar
Da janela vê-se o Corcovado
O redentor
Que lindo!

Quero a vida sempre assim
Com você perto de mim
Até o apagar
A velha chama.

E eu que era triste
Descrente deste mundo
Ao encontrar você
Eu conheci
o que é felicidade
Meu amor

Las apariencias


Verano de 2005. Asturias. Decidimos acercarnos a Pimiango, un pequeño pueblo cercano a Santander que guarda unas pequeñas pero espectaculares cuevas rupestres. Durante la espera hasta que se abran las puertas nuestro grupo se completa con una pareja muy peculiar: dos tipos altos de unos cuarenta años, con zapatillas negras John Smith, pantalones de pitillo ajustadísimos, camiseta negra sin mangas con iconografía heavy metal, cabellos largos más allá de los hombros, y tatuajes por todo el cuerpo visible a excepción de la cara. Su aspecto asusta a más de uno, es decir también a mí. Cuando llega la hora de entrar descubro con sorpresa que se trata de dos personas que a pesar de sus pintas son extremadamente educados y sensibles al resto de la gente que les rodea, ceden su sitio a los niños para que puedan ver todo mucho mejor, hablan con una envidiable cortesía, se interesan por su entorno, comportamientos no supuestos en principio para tu peculiar envoltorio (amén al filtro de mis prejuicios).

Ayer. Gran Vía de Madrid. Frente al antiguo Madrid Rock. Paseo con Ella. Sentados en una barandilla nos los encontramos de nuevo. No puedo menos que saludarles y recordarles dónde nos conocimos. Se llaman Emilio y José. Están encantados de vernos. Nos cuentan que nuestro encuentro tiene especial relevancia para ellos, pues aquella cueva posee un significado casi espiritual bajo su punto de vista. Detrás de sus sonrisas llegan sus palabras, nos hablan del mar de Madrid (yo nunca lo había pensado) con sus oleadas de gente en masa y de tráfico. Nos dicen que han encontrado su lugar en el mundo, que si las cosas se miran con la perspectiva del corazón todo tiene sentido. Que todas las tardes a eso de las ocho desde hace cinco años y sin faltar ni un solo día a la cita se acercan a esa misma barandilla, porque ese es su garito, su local preferido, donde disfrutan de la vida y la gente, donde reparten sonrisas y hacen un poco más completo a todo el que les sale al encuentro. Seguro que si estais algún día a esa hora por la Gran Vía os los encontrais. Saludarles. Todos saldreis ganando.

Doce segundos


Realmente lo nuestro fue una cita a ciegas. Sí. Ocurrió hace poco, apenas catorce días. Me enteré que era de nacionalidad uruguaya y de poco más. Bueno también descubrí que en aquel entonces la gente sabía mucho más de sus andanzas que lo que yo conocía. Sí, recuerdo alguna aparición suya en la televisión, pero yo no sentía la atracción que siento ahora. Sí, es verdad, también me sonaba haber oído algo al otro lado del río, pero para mí entonces sólo eran lejanos rumores.

Ahora la cosa ha cambiado, ¡vaya que sí!. Desde luego no puedo negar que tengo el enchochamiento propio de los primeros días, que cuando me empieza a contar cosas el mundo es de un perfecto y maravilloso color de rosa. Hablamos de faros, de amores, de Disneylandia, de desamores en la red. ¡Ay! perdonad, que todavía no lo he dicho, se llama Jorge Drexler, seguro que muchos ya le conoceis, y un acento que a veces me recuerda a mi admirado a Batiatto.

Un día alguien me contó que lo importante de los faros no es la luz, sino la oscuridad que cabe entre cada ráfaga lumínica, que es en esa oscuridad donde se encuentra el nombre del faro, donde los barcos reconocen en qué punto de la costa están. Yo acabo de descubrir su faro hace sólo catorce días y navego estas mañanas por su costa, ahora que le conozco os recomiendo a todos que también lo hagais.

PD. Hoy a las 10.46 de la mañana me han dado una cita con la tranquilidad. En diciembre empiezo a trabajar, y la opo… seguro que también la apruebo.



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La oposición


Facultad de derecho. Domingo. La hora de la verdad.

Entre mis oidos van cayendo las notas de Lhasa de Sela y los apellidos de toda la gente que vamos a llenar el aula. Unos meses de esfuerzo en un sencillo abrir de botella. Y unas miles de personas como yo con la ilusión de que la botella sea de burbujas de champán. Entre ellas veo de nuevo a la tercera mujer más guapa del mundo. Nos sentamos y poco a poco ante nuestra hoja de respuesta la espera se hace más larga. En vez de pasar el trago rápido parece la sala de espera de la consulta de un dentista donde pasan sólo los minutos y el ruido del motor de la fresa que nos espera. El dentistas sonríe maliciosamente. Los exámenes no llegan. Un pequeño comando de meonas y un meón se amotinan ante el tribunal pues con tanta espera los esfínteres les empiezan a jugar malas pasadas. La primera orden es que sólo pueden salir al baño las embarazadas. De las dos embarazadas iniciales al final la sala acoje a una veintena, entre ellas algunas de cincuenta sobraditos. El comando meonas se hace fuerte y consigue burlar la vigilancia del tribunal. Más espera todavía. Luego por fin llegan los sobres, y las noventa preguntas. Los abrimos, algunas de las preguntas son amigas y nos sonríen (una me guiña el ojo), otras se revelan y se nos escapan de las manos. A la hora y media de nuestro personal combate suena la campana, y ahora sólo toca esperar.

Al menos después de la presión de las últimas semanas ahora me toca desinflarme y disfrutar.




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