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Rodillas


Cada ligera curva que toma el autocar me sorprende con un pequeño roce de tu rodilla. Te haces la dormida. Yo voy escuchando el ipod y haciendo mi particular batalla con el calor asfixiante de calefacción que el conductor ha decidido poner. Al cabo de unos minutos el calor se convierte en un chorro de aire frío que cae directo sobre nuestras cabezas. Una escusa que me permite hablar contigo. Y tu sonrisa. Luego mientras sigues haciéndote la dormida miro tu camiseta roja. Una deliciosa manera de comenzar mi viernes.




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